CUANDO NOS AVASALLAN CON PERFUMES
Se acercan las Navidades (aun no estamos en ellas aunque lo parezca), y las publicidad lleva días sumergiéndonos en la súper campaña anual del consumismo atroz. En la búsqueda del regalo perfecto, se amalgaman ropas, juguetes, maravillas electrónicas y demás parafernalias para colmar deseos que en no pocas ocasiones resultan frustrantes, pasados tan solo unos días. Pongamos que hablo de los perfumes, artículo socorrido donde los haya, o más bien salida airosa cuando al regalador ya no le quedan pitos que tocar. Sus edulcorados anuncios nos transportan a un mundo de ensueño en el que cada uno de ellos se presenta como el más notable elixir, la más cautivadora fragancia. El nombre genérico de perfume viene de la palabra latina "perfumare" cuyo significado es "a través del humo". Para no agobiarles en exceso diré que ataño las destilaciones se hacían con grasa de animal o aceite. Fue Ibn Sina (Avicena para los entendidos), médico, filósofo y químico del siglo X - XI, quién en su laboratorio creó la nueva técnica de destilar con alcohol. Desde entonces se convirtió en el principal ingrediente de las infinitas variables de botellín y esencia carísima con que nos bombardean desde la tele Navidad tras Navidad. Regalen lo que les aconsejen sus napias y déjense llevar sin darle más vueltas a eso de la "obligación social del regalo".