BIBLIOTECA ALGODONOSA
En efecto, existió una biblioteca de ese tipo. Fue propiedad de Robert Southey, en su época todo un personaje, polifacético y ajetreado. Ejerció diversos trabajos de traductor, biógrafo, hispanista, historiador, además de poeta laureado de la primera generación de los románticos. En vida poseyó más de 400 libros, su afán de coleccionarlos y comprarlos lo convirtió en esclavo de los libreros. De su matrimonio tuvo dos hijas. Pero vayamos con la anécdota. Tener libros y mantenerlos solía resultar muy caro, y no digamos de las tapas, que enseguida se estropeaban por el uso o por su mala calidad. Cualquier cosa valía para conservarlos, así que las hijas del poeta, se pusieron manos a la obra. Cortaron vestidos viejos y con las telas obtenidas se esmeraron en forrar libro tras libro para preservar su estado y apariencia. El padre, muy orgulloso del ingenio de sus hijas proclamaba satisfecho que era el afortunado poseedor de una "biblioteca algodonosa".