EN EL 23 DE ABRIL
LIBRO - CRIPTA
De nuevo alcanzamos la fecha crucial del 23 de abril, en la que se celebra el día del libro. Bueno, de crucial nada, es un decir, porque los que amamos los libros no necesitamos de conmemoraciones ni recuerdos para hallar en ellos, todos los días del año, un refugio digno y una vasta mirada sobre el mundo. Al buen lector no le hace falta día ni acontecimiento señalado que se lo recuerde. Porque los libros, en su inmensa variedad, los tenemos siempre al alcance de la mano esperando pacientemente turno. Pasar sus páginas, levantar la vista triste, emocionada o con una sonrisa, al terminar de leerlos, no se paga con nada. Y dejando a un lado las electrónicas tecnologías de hoy, cómo puede superarse cuanto nos sugiere su característico olor a papel recién impreso o el tacto que delata la huella dejada por otras manos lectoras. Todo un placer que me recuerda una curiosidad que leí en cierta ocasión: El poeta Shelley murió ahogado. Sus amigos Byron, Hunt y Trelawny improvisaron una hoguera y encima pusieron el cuerpo del fallecido. Tras la cremación quedó el corazón, algunos huesos y un montoncito de cenizas que Trelawny entregó a la viuda Mary Shelley. Ella los conservó hasta su muerte, como un perenne recuerdo del ser con el que mantuvo una turbulenta relación. Un pañuelo de seda, envolvió el corazón y entre las páginas de un libro de poemas se distribuyeron las cenizas. Tan singular destino convirtió el libro en 'cripta' que se conserva actualmente como relicario en la National Library de Londres. Naturalmente no pueden extraerse de sus páginas ni las esencias ni el tacto que evocaba anteriormente, que quedan superados por tan curiosa muestra de amor y devoción.
LIBRO - CRIPTA
De nuevo alcanzamos la fecha crucial del 23 de abril, en la que se celebra el día del libro. Bueno, de crucial nada, es un decir, porque los que amamos los libros no necesitamos de conmemoraciones ni recuerdos para hallar en ellos, todos los días del año, un refugio digno y una vasta mirada sobre el mundo. Al buen lector no le hace falta día ni acontecimiento señalado que se lo recuerde. Porque los libros, en su inmensa variedad, los tenemos siempre al alcance de la mano esperando pacientemente turno. Pasar sus páginas, levantar la vista triste, emocionada o con una sonrisa, al terminar de leerlos, no se paga con nada. Y dejando a un lado las electrónicas tecnologías de hoy, cómo puede superarse cuanto nos sugiere su característico olor a papel recién impreso o el tacto que delata la huella dejada por otras manos lectoras. Todo un placer que me recuerda una curiosidad que leí en cierta ocasión: El poeta Shelley murió ahogado. Sus amigos Byron, Hunt y Trelawny improvisaron una hoguera y encima pusieron el cuerpo del fallecido. Tras la cremación quedó el corazón, algunos huesos y un montoncito de cenizas que Trelawny entregó a la viuda Mary Shelley. Ella los conservó hasta su muerte, como un perenne recuerdo del ser con el que mantuvo una turbulenta relación. Un pañuelo de seda, envolvió el corazón y entre las páginas de un libro de poemas se distribuyeron las cenizas. Tan singular destino convirtió el libro en 'cripta' que se conserva actualmente como relicario en la National Library de Londres. Naturalmente no pueden extraerse de sus páginas ni las esencias ni el tacto que evocaba anteriormente, que quedan superados por tan curiosa muestra de amor y devoción.