miércoles, 25 de marzo de 2020

EVOCACIONES PRIMAVERALES

LA INMORTAL SIMONETTA


Empezó la primavera y nos ha alterado la sangre, ¡no veas cómo!, con una epidemia global de tintes apocalípticos. Pero no quiero caer en más de lo mismo, ni hurgar en una situación que la política, la economía, las consecuencias sanitarias y sobre todo los medios de comunicación, vienen machacándonos durante las veinticuatro horas del forzoso encierro hogareño. Pensando en el buen tiempo y en las maravillas que esta estación del año nos brinda (y seguro que nos seguirá brindando en el futuro), pienso en la pintura renacentista del Quattrocento y en las espléndidas obras de Sandro Botticelli: “El nacimiento de Venus" y “La Primavera", que tanto gozo y admiración han procurado también a la humanidad. Cuando terminó las obras, que siglos después le darían celebridad y que, por fortuna, se salvaron de la quema del fanático Savonarola, ya habían trascurrido nueve años de la muerte de Simonetta Vespucci, su protagonista. Sin embargo el pintor nunca la olvidó, desde que la vio por primera vez en Florencia, a donde se había trasladado desde Génova. Su hermosura deslumbró, de tal manera, que en unas justas que se celebraron por aquel tiempo la nombraron "Reina de la Belleza". Giuliano de Medici llevaba en su honor un estandarte en el que aparecía en la figura de Palas Atenea, obra realizada por su amigo Boticelli. Simonetta Cattaneo fue casada muy joven con Marco Vespucci, que era familiar del navegante Amerigo Vespucci, y tenía contactos con los Medici, artífices y mecenas de artistas que engrandecieron la ciudad de Florencia. La vida de la belleza  más celebrada duró poco, murió a los 23 años de una enfermedad difícil de tratar en la época. Sandro vivió el resto de su vida con esa obsesión, y la retrató en varios cuadros. Tanto es así que, para estar junto a ella, pidió ser enterrado a sus pies en la Iglesia de Ognissanti. Su tumba se conserva, pero por desgracia la de su musa desapareció en una de las inundaciones del río Arno.