martes, 26 de mayo de 2020

MASCARILLAS

NO HAY FORMA DE ENTENDERSE

Ahora, por cuestiones de salud, es obligatorio llevar mascarilla, aunque no en todo tiempo y lugar. Una forma bien simple (lo de eficaz es otra cosa) para protegerse del virus Covid-19 que ha asolado el mundo en los últimos meses. El sentido común ha ido prevaleciendo a la hora de buscar protección, antes de que el Gobierno dictara sus disposiciones al amparo de expertos en sanidad, epidemiólogos y virólogos. Nadie podía imaginar la potencia de la plaga, que en los primeros días nos recordó las de la Edad Media (en moderno, claro), mostrando un panorama desolador con calles vacías, hospitales saturados y tanatorios impactantes. El caso es que imitando al prójimo, todo ciudadano de bien optó por emular a los asiáticos en eso de andar por la calle con media cara cubierta, aunque para algunos haya supuesto un problema añadido. Piensen ustedes en quienes padecemos de sordoceguera y nos apoyamos en los labios de nuestro interlocutor para adivinar lo que nos dice. A todo no se puede llegar. La federación de implantados cocleares ha puesto en marcha una campaña de distribución de mascarillas en las que una franja transparente permite ver los labios de quien nos habla, pero pese a su eficacia supone una aguja en un pajar. Así que quienes andamos por la vida viendo muy poco y oyendo aún menos, nos tenemos que conformar con gestos más solidarios que efectivos que siempre son de agradecer. Sobre todo si reparamos en los avispados negociantes que han aprovechado la escasez y la demanda para vender sus mascarillas, mucho más-carillas. Dos lados de una moneda.