domingo, 5 de julio de 2020

SÍ, PERO NO

¡A VER SI SE CALLAN!, ¡PSSSSCH!

Voy a contarles otra anécdota musical, en este caso sobre Héctor Berlioz y su sinfonía Fantástica op 14. Preparada la orquesta, el programador de los conciertos dio unas explicaciones a la concurrencia, para que no se produjera el frecuente signo de incultura musical aplaudiendo en los momentos más inoportunos. El público pareció entender todo eso de las pausas entre movimientos y silencios, pero no fue así. Justo a mitad de concierto se oyeron unos tímidos aplausos acallados por los entendidos con los habituales ¡sssshhhh!, mientras la música fluía sin cesar. Por cierto, que la célebre sinfonía fue dedicada a una actriz de la que el músico estaba enamorado perdidamente. Dicha actriz, cuyo nombre era Harriet Smithson, se había especializado en papeles de teatro de Shakespeare y rechazó el amor y las cartas pasionales del artista francés que, curiosamente, no estaba destinado a ser músico, sino médico como su padre. Berlioz no pudo soportar las carnicerías y los palos de ciego de la medicina de la época y, literalmente, huyó. Se apuntó al Conservatorio de París y allí nació el gran hombre y el artista genial.